miércoles, 29 de julio de 2009

El Volcan Dormido del Rock Nacional


Un volcán es un conducto que pone en comunicación directa el subsuelo terrestre con la superficie, pero que rara vez está en erupción de manera constante. Pues así ha sido la historia del rock salvadoreño en los últimos veinte años. Nombres como Broncco Gritos de Paz Súper Stereo Prueba de Sonido El vendedor de sueños La Luna Casa y Arte Deluxe Chente forman parte de un movimiento que tiene mejor pasado que presente. Ahora es tiempo de topos, de subsuelo, más que de gaviotas.

oche de sábado 31 de enero, San Salvador. La tarima de La Luna, Casa y Arte, en la urbanización Buenos Aires, atestigua un nuevo concierto con aroma de añoranza.

—La siguiente canción es para recordar los tiempos en los que la gente bailaba y saltaba aquí enfrente –dice Roberto “el Strow” Guzmán, quien se alista a cantar el tema “Verde oscuro”.

Frente a él hay tres estudiantes de comunicaciones que le toman fotos y videos, un periodista que sigue la pista a los orígenes de la banda, y el guitarrista de otra banda actual que nunca vivió los orígenes de dicha pista, aunque la intuye como algo importante.

Unas 37 personas han pagado los tres dólares de cover para ver el espectáculo. Es el año 2009. Esto es el rock salvadoreño y ya no es lo que era.

Hace diez años, Nativa Geranio, la banda del nostálgico Guzmán, era el modelo a seguir para quienes les gustaba el rock latino en El Salvador. Encabezaban festivales a los que con frecuencia acudían miles, los invitaban a abrir los conciertos de grupos internacionales como Jaguares, Aterciopelados o Café Tacvba. Y no estaban solos. Cuando ellos –u otras bandas como Adrenalina, Aborígenes o R.E.D.D.– tocaban en La Luna, era insensato colocar frente al escenario un racimo de mesitas de madera con ceniceros decorativos. Una manada de búfalos adolescentes, con barros en sus mejillas, las habría masticado y engullido sin el menor reparo. Ahora es distinto. El canto de los grillos no es propiedad exclusiva de Nativa Geranio, viste como una plaga egipcia que en los últimos tiempos solo desaparece cuando tocan pocas agrupaciones como Adhesivo (quizás una de las más populares en la actualidad) o cuando se realizan conciertos-tributo dedicados a exaltar la grandeza de músicos foráneos. No hay lava. Al volcán le dieron diazepán.

“Hasta cierto punto sí es así. No se ve, digamos, el auge y empuje que las bandas en aquel entonces (diez años atrás) le metían. Eso no se ve ahora. Pero hay muchos factores que llevan a las bandas a pensar de esa forma, como la falta de apoyo en los medios. Les importa más que Britney Spears se tome un café en Los Ángeles que investigar qué hacen los grupos de aquí. Las radios poco a poco van dejando fuera la música nacional en su programación diaria. Esto, junto a otros factores, hace que sea mucho más difícil que el músico se sienta optimista por empujar el proyecto que lleva”, opina al respecto Pedro “Dros” Alfaro, vocalista de Adhesivo, una de las bandas más populares en la actualidad. Pedro también formó parte de aquella generación noventera y puede afirmarse que posee autoridad en el tema. Inició hace más de diez años a encontrarle el placer agresivo que inyecta la música punk y hardcore con el grupo Chirilawers. Ahora lidera una banda de ska y hasta hace muy poco tiempo incluso formaba parte de un proyecto ajeno al rock, llamado Matatero Sound System, orientado al público del reggae. No solo es temporada de topos, también de camaleones.

Los cambios generacionales rompen la historia. La música también se transforma. Mientras en el mundo bandas importantes como The Police, Héroes del Silencio y Soda Stereo regresaron –caja registradora en mano– a cobrar las ganancias de la añoranza, en El Salvador no ocurrió lo mismo. El 4 de diciembre de 2003, Broncco, una de las bandas más importantes del rock nacional, decidió hacer un concierto de rencuentro en el que por entonces respondía al nombre de Anfiteatro de la Feria Internacional. A la cita acudió apenas un centenar de personas.

Cuatro años después, otra banda importante en el espectro roquero nacional anunciaba el concierto de rencuentro y despedida. Se trataba de La Pepa, que convocó a sus búfalos para participar en la grabación del DVD del show que realizarían en La Luna, Casa y Arte. Nuevamente, no más de 100 personas acudieron al lugar.

“Hay una cosa bien real. Si vos ves, en cualquier parte del mundo se reúne el músico que en el pasado fue exitoso y sucede que tiene respuesta, lo van a ver. Pero aquí en nuestro país es bien difícil. Como si dijeran: ‘Ya estuvo... ya le pasó el tiempo, es que ya está viejo’. Pero yo digo: ‘Viejo está el viento... y sopla...’”, comenta, casi con melancolía poética, Vicente Sibrián, líder de Broncco.

Chente es el mismo tipo que desde niño recibió el diagnóstico de sufrir una parálisis linfática. Cuatro décadas activas de rock después, Chente solicitó una pensión vitalicia a la Asamblea Legislativa, en la que se le reconociera como una persona que ha aportado culturalmente al país. Pese a su insistencia, no ha recibido respuesta afirmativa a la solicitud. La más franca que recibió fue la de un empleado del palacio legislativo: “Chente... ¿Otra vez por aquí? Ya no debería venir, ¿no ve que es por gusto?”

Vayamos más atrás en el tiempo. 1989 fue un año especial. Águila y Firpo admitían a Cojutepeque y Acajutla entre la élite del fútbol guanaco. El bar y restaurante musical La Luna, Casa y Arte no existía. Los futuros roqueros iniciaban la jornada de caricaturas viendo a “El Pájaro Loco”, “Voltron” y “La pantera rosa”, para que luego sus padres vieran Teleprensa en Canal 2 y escucharan las propuestas políticas de Alfredo Cristiani y Fidel Chávez Mena. Para los roqueros vigentes, más allá de la educación musical que la caricatura “Jem and The Hollograms” pudiera ofrecer, algo estaba pasando: había sembradíos de rock en distintas cocheras urbanas de la capital salvadoreña que desafiaban a las balas de una guerra cotidiana que obligaba a que todo fuera contracorriente.

Una muestra ocurrió cuando miles de jóvenes llenaron el sector de sol general del que por entonces respondía al nombre de Estadio Flor Blanca. Aquellos miles estaban sedientos de escuchar rock nacional en el Primer Gran Concierto por la Paz. Querían escuchar canciones como “El vendedor de sueños” de Broncco, “Gritos de paz” de Vive, “Vuelve a mí” de Prisma, o “La moda de la ciudad” de Crisol. Y así lo hicieron, por más de diez horas.

Aquella generación de 1989 contaba con grandes inconvenientes mezclados con logros inverosímiles. Por ejemplo, no había bares o locales pequeños que apoyaran la movida nacional. Grupos como Tabú o Broncco tocaban en casas comunales del barrio San Jacinto o de Soyapango, mientras que otros como Roberto Salamanca, Ovni o Prueba de Sonido lograban convocar grandes masas de público en conciertos en el parqueo de Metrocentro, en el antiguo Correpatín o en el cine Deluxe.

La guerra bajaba de las montañas y mostraba por primera vez su rostro feo en la capital. Los medios escritos no mostraban apertura periodística a estos movimientos musicales. En medios como La Prensa Gráfica, la cobertura de espectáculos se limitaba a la sección “Tips de César Temes”, que solía recoger cables internacionales referentes a artistas como Daniela Romo o Lucía Méndez. En televisión, el programa Domingo para Todos abría algunos espacios, como también lo hacía Canal 10. Por otra parte, Canal 6 presentaba los sábados, a las 6 de la tarde, el programa “Éxitos musicales”, con las canciones pop internacionales y de moda en aquel momento. Comprar un disco acetato era caro y los de rock, escasos. Por ende, la orientación mediática en materia de rock en aquellos tiempos era bastante precaria.

Sin embargo, la radio comenzó a romper tendencia. En especial, la radio Súper Stereo (Doble S) comenzó a apostar fuerte por el rock nacional de aquella época.

“El fenómeno se dio gracias a Súper Stereo, que se atrevió a poner solo rock en español. Además, casi el 50% de la programación era rock. Creo que al estar escuchando eso constantemente, los grupos que existían en ese momento, y que tendían a hacer ese tipo de música, comenzaron a grabar. Al principio solo sonaban Broncco, Salamanca y Ovni. Entonces, los demás encontraron un sitio donde les hicieron caso. Ahí nacieron grupos como Alerta Roja, Signo Azul, Alma de Fuego, 90/14, Seis sin Nombre y muchos más, que se vieron motivados por la oportunidad de que sus canciones sonaran en la radio”, comenta Henry Zavaleta, director de Súper Stereo en aquellos tiempos.

Pero no eran los únicos. Los años fueron transcurriendo y además de la Doble S, otras estaciones como la Femenina, La 1, 2, 3 y Mi Preferida comenzaron a ver que el boom del rock en español atraía “rating”. Y sobre todo, descubrieron que a ese boom se le podía anexar el rock hecho en casa. Un dato: en diciembre de 1989, el tema “Ya no estás” de Broncco se convirtió en la primera canción nacional que logró el número 1 en el conteo de las históricas 111 mejores canciones del año en Radio Femenina.

Ciertas curiosidades que la historia permite revisar. Por ejemplo, hubo un tiempo en El Salvador en el que las radios peleaban en el rating por programar en exclusiva canciones de grupos nacionales. “Sí había exclusividad con la radio. Era una exigencia mía. Yo les pedía a los grupos una exclusividad de más o menos un mes. Durante ese tiempo, ciertas canciones que yo sabía que iban a ser un éxito solo podían sonar en Súper Stereo. Ya después podían sonar en otras radios”, explica Zavaleta. El rock nacional conocía las nubes.

Si algo ha sido una constante con el paso del tiempo es que muchos identifican a la falta o abundancia de lugares donde hacer rock y al apoyo de los medios como factores clave para que una escena crezca. “En esa época tocábamos por hobbie. Éramos un grupo de conciertos, no de estudio. Nos llamaban de San Vicente o de San Miguel para ir a tocar. Ahora no sé cómo está la jugada, pero creo que no está pasando eso. Antes teníamos ese gran apoyo de la Súper Stereo y ahora siento como que es más complicado que suene tu música en la radio”, comenta Samuel Guevara, del grupo Vive, una banda muy popular en aquellos años y que en la actualidad ha regresado a la actividad, pues han montado un estudio de grabación en el que han registrado los nuevos arreglos de canciones como “Gritos de paz” o “Esclavo de tu amor”.

¿Dónde tocaban los grupos en esos años? “En los conciertos que hacían los cipotes en los intramuros de colegios. Así fue como nacieron grupos como Prueba de Sonido. En esos años no había un espacio como un ‘pub de rock’ donde tocar. No existía. Lo único que había era el Malibú, pero ahí era de ir a escuchar los covers de Fuga y Morris and The Blind Cats”, explica Zavaleta.

“Aquella fue una generación de talentos que ni la guerra les quitó el sueño, el sueño de triunfar, el sueño de producir su arte. Había toques en colegios y conciertos organizados por radios (no muchos, ni seguidos) y los grupos buscaban por sus medios cómo organizarlos. En lo personal, usamos la estrategia de meternos en el circuito de los artistas nacionales tropicales: fiestas, carnavales, verbenas de ciudades del interior del país. Había bares, pero no eran para lo ‘rocker’. Con Salamanca produjimos conciertos en el cine Deluxe, en colegios y sobre todo en fiestas patronales. Había una alianza con Tecno Arte. Había conciertos esporádicos en la Zona Rosa, se tocaba donde hoy es la acera y a los grupos los contrataba un patrocinador de todos esos lugares, de cigarrillos, por ejemplo”, recuerda Manuel Martínez, quien por entonces trabajó unos años como mánager del roquero nacional Roberto Salamanca.

Y pasaron diez años. Basta con revisar un periódico de febrero de 1999 para absorber lo que en materia de rock nacional ocurría en esos años. Las carteleras de espectáculos anunciaban: “La Pepa ofrecerá concierto en Los Tres Diablos; Causa y Efecto tocará en Jalapeño's Taquería; R.E.D.D. se presentará en La Mami (ex Papagayos); el restaurante Señor Tortuga presentará a Morris and the Blind Cats; Súper Paquito Chac ofrece concierto en Checo's Bar; Aborígenes, Supositorios y H.A.D.E.S. tocarán en la zona real; y finalmente, Adrenalina tocará para el público de occidente en la discoteca Flamingo, de Acajutla. ¿Valor del boleto? 30 colones.

En total, nueve bandas nacionales y seis plataformas de expresión en vivo.

Pese a esto, no todo brillaba en esa época. La violencia también jugó un papel importante en la historia. El domingo 6 de junio de 2000 Radio Astral organizó el Concierto del Milenio en el parqueo de la Feria Internacional. Se trató de un evento gratuito que presentaría a lo más importante de la escena nacional, además de la banda hondureña Diablos Negros, muy popular en aquellos años. Más de 8,000 personas acudieron al concierto, muestra de la popularidad que el género poseía entonces.

Sin embargo, la seguridad del evento perdió el control y los organizadores, temiendo peores consecuencias, cancelaron la presentación de los grupos más populares: Aborígenes, Adrenalina, R.E.D.D. y Pamela Robin. En aquella ocasión sí tocaron grupos como Bohemia, Tetunte y Freeway (cuando aún no cambiaban su nombre al actual Frigüey). El volcán estaba tan activo que llovían piedras de norte a sur, al punto que tuvo que intervenir la Unidad de Mantenimiento del Orden (UMO) de la PNC. Salvo pequeñas excepciones, Radio Astral no volvió a convocar a su audiencia a conciertos masivos de rock nacional que involucraran a su marca.

“Fue un evento bien grande. Acordémonos que era gratis y con mucha, pero mucha publicidad. Eran camionadas de gente del oriente del país, excursiones también. Si algo se podría rescatar de eso fue la respuesta del público. Entonces la seguridad se perdió por varias razones. Falta de madurez de los involucrados: productores, músicos, público, audio, etcétera. Todos le quedamos debiendo a ese evento. Nosotros, los artistas, no estábamos preparados tampoco. Nadie pudo controlar a esa masa y el público guanaco tampoco estaba listo para disfrutar en paz. Se nos salió el guanaco destructor, como ya es costumbre”, recuerda Max Méndez, vocalista de Frigüey, la banda que abrió ese concierto. Max opina que la violencia en el comportamiento del público ha frenado a distintas generaciones de rock en nuestro país. “Creo que sí, comenzando desde la violencia generada en la guerra. Esa década nos fregó más de lo que nos imaginamos. No solo a las generaciones del rock. Ser país violento nos frena en muchas áreas. Pero no solo es la violencia en los conciertos. Esa es una manifestación de que las cosas no se hacen bien. ¿Por qué en grandes festivales alrededor del mundo no ves ese tipo de comportamiento? Hay desmadre, pero diferente, muy diferente. Aquí todavía nos causa placer destruir y dañar a los demás”, puntualiza Max, vocalista de una de las escasas agrupaciones paridas en el interior de la república: Santa Ana, de donde también proviene Gaia Metal. En San Vicente nació el grupo Angelus y en Sonsonate nacieron Los Rosty.

Los Rosty también fue uno de los grupos que participó en el Concierto del Milenio, el evento de rock nacional que atrajo a la mayor cantidad de público en aquella generación. Sus fallas tampoco impidieron que siguieran ocurriendo festivales masivos, como Guanarock o Salvarock, por ejemplo, que se realizaban en lugares como el parqueo de la UCA, frente al Teatro Presidente o en la fachada anexa al Estadio Cuscatlán.

Los medios de comunicación dieron una apertura casi total a las distintas expresiones de rock salvadoreño. El Diario de Hoy publicó el suplemento Planeta Alternativo, mientras que La Prensa Gráfica hacía lo propio con la sección Revista Eco. Canal 21 mantenía el programa “Queremos rock”, donde los grupos nacionales podían acudir a contar sus últimas noticias o a anunciar tocadas. En internet nació la primera página web enfocada al rock nacional: rockguanaco.com. Y entre todos ellos destacó la irrupción de Radio Astral, que nació en 1993, pero que cuatro años después decidió dedicarse por completo a difundir la música rock.

“(Antonio Saca) me pidió una radio ganadora. La definió como ‘que pegara casi instantáneamente, que fuera sólida, que llamara la atención, que mantuviera cautiva a su audiencia’. El sueño de todo dueño de radio. Le dije que sí, que se podía, pero no le iba a decir qué haría, que me diera una fecha para salir al aire. Y que me diera tres meses ‘de gracia’ con la advertencia de que le hablarían de todos lados para criticar, que le dirían todo lo malo que era... los estigmas del rock. Pero le dije que si quería lo que me pidió, me dejara trabajar tres meses. A las dos semanas me dijo que eso era. El rock probó su fuerza y mi jefe me dejó trabajar”, explica Manuel Martínez, quien ahora se desempeña como director de programación del Grupo Samix, el grupo radial del presidente de la República, Antonio Saca, y al cual pertenece Radio Astral.

Uno de los mayores objetivos de los grupos más importantes de aquella generación era lograr una internacionalización que rebasara las fronteras centroamericanas; sin embargo, ninguna agrupación lo logró. Adrenalina se desintegró, al igual que con el paso de los años lo hicieron otros grupos, como Jardín de Huesos, Aborígenes, Los Rosty, etcétera. Al final de la década de los noventa, MTV Latino dejó de apostarle al rock y comenzó a programar “realitys” y a seguir la tendencia que orientaba el escenario musical: la música pop. Lentamente, aquel aroma de espíritu adolescente comenzó a deteriorarse. Los festivales dejaron de tener continuidad. La escena rock dejó de ser tan atractiva como años atrás para las nuevas generaciones.

La caída de algunas de las agrupaciones más importantes de la generación anterior causó algún impacto entre quienes debieron recoger la estafeta de hacer rock en la actualidad. “Yo creo que la nueva generación fue quedándose como adormecida (…). Aquí no hay movimiento, pero vos tenés que saber que el movimiento uno lo tiene que hacer”, explica al respecto Vicente Sibrián.

Al buscar las causas de ese adormecimiento al que hace referencia Chente, algunos involucrados suelen apuntar hacia tres direcciones: la falta de lugares donde tocar; la falta de desarrollo cultural, económico y educativo entre el público y entre los mismos músicos; y, por último, el poco apoyo de los medios de comunicación.

El primer punto luce como el más evidente. “Lugares donde tocar hay. Ahora, es en los dueños o administradores de estos lugares donde creo que radica el problema. Como todos están acostumbrados a escuchar música de otros países, vas a un bar a ver a una banda que toque música de otros países. Entonces llegas como banda de aquí, con tu música y es ahí donde te cierran las puertas los dueños, porque no vas a tocar nada que esté sonando en la radio o haya sonado ahí”, explica Pedro “Dros” Alfaro, del grupo Adhesivo. El vocalista está convencido de que sí existen lugares donde se puede hacer rock. La carencia actual es que lugares que expongan la música que hacen las bandas de aquí, hay dos o tres nada más. Alfaro argumenta que hay escenarios y bares en los que nunca se ve diferentes bandas, de diferente género, tocando. Rotan las mismas tres que tocan covers todo el año. “Eso es un lugar donde tocar, pero no donde exponer tu arte”, explica al respecto.

“Dros” defiende que el único lugar que abre las puertas a cualquier banda, sin importar qué tocarán, es La Luna, Casa y Arte, pero que a la vez están empezando a surgir nuevos lugares como el Buhoos, Trankilas y la Taberna de Roque, que, junto a Leyendas, están empezando a dar oportunidad a algunos grupos; sin embargo, estos lugares no están adecuados para realizar presentaciones de manera profesional, ya que no poseen tarima, sonido profesional, ni equipo de luces.

Pareciera que es ahí donde comienzan a cruzarse los factores que delimitan los problemas del rock nacional actual. Para los integrantes del grupo Lliclovt, uno de los más nuevos en la palestra roquera, la falta de lugares donde tocar es una consecuencia de la falta de cultura rock. “Muchos de los lugares que había antes fueron casi destruidos incluso por los mismos movimientos musicales. Yo siento que la gente ha tratado de abrir nuevos lugares, pero ocurre que el público se pelea o hacen el gran relajo. Por eso ahora nos hemos quedado solo con La Luna e incluso ese mismo espacio ya lo han querido cerrar”, comenta Junior Arce, guitarrista de Lliclovt, una banda que solo ha podido realizar sus conciertos en La Luna. “Es triste pero cierto. Preguntémonos por qué han cerrado varios lugares: Elfos, que quedaba en Ciudad Merliot, ¿por qué lo cerraron? El Nancys, ¿por qué lo cerraron?”, comenta Erick Barrios, compañero de Junior en Lliclovt, quienes también ubican otros lugares como Ávalon, Los Tres Diablos, Highlands, Dayquiris y La Comarca, como espacios que tuvieron que dejar de apostar por el rock debido al factor de la violencia que se genera entre los que asisten a las tocadas.

Ese segundo problema señalado remite también a la inexistencia en el desarrollo de una industria de rock, que implique cultura del público y de los músicos. La empresa privada no suele apostar por el rock nacional. Además, en El Salvador no hay disqueras, por lo tanto hay poca inversión en producción.

“En el 89 y 99 lo que hubo fue una generación de artistas con mucho talento y con mucho que decir, pero no eran muchos. Puedes mencionar varios grupos o solistas, pero los discos o las grabaciones fueron pocos. Hubo unos que para cuando terminaron el disco o la grabación ya se habían desbandado. Yo opino que el problema es que les desanima la labor titánica de promover, organizar, etcétera. Y ellos (los músicos de los distintos grupos) solo quieren tocar”, comenta Manuel Martínez.

Por último, el tercer punto remite a los medios de comunicación. Algunos músicos opinan que los medios deberían de apoyar más a los grupos nacionales y no lo están haciendo.

“Talvez los medios se limitan bastante cuando se trata de proyectar la música o el arte nacional. Se enfocan mucho en promover a bandas de otros lados. La gente busca muchos grupos de covers. Casi no hay apertura para la música nacional. Además, si alguien viene con una propuesta muy diferente, la gente no es muy receptiva”, explica sobre este punto Carlos Mendoza, guitarrista del grupo Akumal, quien ve una relación de causa y efecto entre lo que proponen los medios y la receptividad que se desarrolla en el público para la música hecha en casa. Y él no es el único en opinar de esta manera.

“Sabemos bien que la gente que escucha la música que tocamos es una minoría. Los jóvenes están escuchando metal pesado, no sé si por herencia de sus hermanos mayores. Quizás sea que no hay mucho acceso a comprar discos o a rebuscarse con internet. Entonces, lo que les queda es escuchar la (Radio) Astral, que tiene la misma programación desde que comenzó, hace ratos, las mismas canciones de Héroes del Silencio. O en ‘rock del barrio’ seguimos escuchando a ‘Juan el Sobado’ (un clásico del grupo La Pepa) dos veces por noche”, opina Gabriel Granadino, quien agrega: “También está la generación MTV o los que escuchan ‘Tropipop’. Son diferentes extremos: sos emo o sos metalero o escuchás a Bacilos”.

Sin embargo, para Manuel Martínez, Astral, la radio del grupo del que él es director de programación, sí ha apoyado la música nacional. “Hace diez años fundamos ‘rock del barrio’ con el propósito de tocar todo el rock nacional. Les decía (a los grupos): ‘Siempre y cuando sea rock, lo ponemos. Aunque graben en la sala de su casa, en una casetera o como sea. Traigan su producción, yo la pongo’. El programa sigue, pero al año no vienen ni diez discos”, explica Martínez, quien informa que en el mes de enero solo recibió dos producciones nuevas, las del grupo Metamorfosis (que hacen punk-rock cristiano) y la del solista José Pascrú.

Una de las principales diferencias entre el movimiento actual en comparación con lo vivido una o dos décadas atrás es la del papel que está jugando la tecnología como una herramienta de difusión y producción entre los músicos nacionales.

“Nosotros somos una banda que hace su música con el deseo de que mucha gente la escuche, por eso es que la producimos nosotros mismos y la subimos a espacios como MySpace, YouTube o Facebook. Nuestro interés no es ser famosos y vender el montón de CD. Lo que siempre hemos querido es tener nuestro propio estilo y pasarla bien haciendo música juntos”, explica Marco Chávez, bajista de Lliclovt, una banda nueva que se autodefine como “un grupo en el que hacemos mucha guerrilla por internet”.

No todos ven el uso de la tecnología como un factor positivo. Por ejemplo, Chente Sibrián opina que el momento actual es muy complicado porque hay muchas transiciones y el uso de la tecnología confunde a los jóvenes.

No obstante, Pedro “Dros” Alfaro opina de otra manera. Él apoya el uso de la tecnología, pero sabe que a la vez esta se ve limitada por cuestiones económicas. “Pienso que ahora tu audiencia crece increíblemente más rápido. Por eso hoy vemos más bandas con talento salir más rápido que lo que antes lo hacían. Ahora hay bandas que han manejado lo de promoción en internet con todo, pero al final viene gente de otros países, talvez fans que ya tenés en otras partes del mundo, y te piden que vayás a tocar. He ahí donde frenás a varias bandas en seguir su camino, porque acordate que para irse con convicción y hacer una carrera de esto, tener un trabajo a la par es algo que te detiene. Como bien sabemos, quien no trabaja en El Salvador, no come. Entonces ahí radica el problema. Las herramientas están siendo bien utilizadas, pero cuando te llevan a dar ese salto, llega el punto donde muchos flaquean”, explica el cantante de Adhesivo.

Por último, otro de los factores positivos que en la actualidad puede observarse es que poco a poco va expandiéndose la experimentación entre las distintas propuestas que están ofreciendo los grupos de rock nacional. Hay cuatro vertientes que con facilidad se pueden identificar: primero, el movimiento de metal pesado, abanderado por el rockers Club de El Salvador. Si bien el presente reportaje se ha enfocado en lo que los roqueros nacionales identifican como “El movimiento Guanarock”, no se puede omitir que también existe un movimiento muy fuerte de rock que realiza actividades enfocadas en desarrollar el metal pesado.

Las actividades del rockers Club de El Salvador, dirigido por Edwin Marinero, se han mantenido sin interrupción por más de diez años, algo que no ha ocurrido con otras escenas.

“Lo que ha pasado es que otros movimientos seguían tendencias, las cuales, como es lógico, pasaron a ser tendencias viejas en un tiempo. El movimiento metalero, por otro lado, ha tenido un cambio generacional. Hay más bandas con otra visión, con otras herramientas como MySpace y YouTube. Además creo que existe un trabajo más constante de parte de bandas, promotores y medios especializados en metal. Las bandas del movimiento ‘Guanarock’ prácticamente se han extinguido o han mutado, como lo han hecho Frigüey o Adhesivo”, explica Roberto Burgos, quien conduce el programa “Zona Metal” en Radio Femenina. Burgos también es el vocalista del grupo Dreamlore, que en la actualidad participa en un concurso de votación en el cual buscan representar a El Salvador en el Festival Bloodstock, que cada año se realiza en Inglaterra.

El movimiento más fresco es el del Indie Collective, impulsado con fuerza por personajes como Francisco Maravilla (ex bajista de grupos como Apartamento 31, Pashpak y ahora con Virginia Clemn), y que promueve a grupos como Mayday Mayday, Lliclovt, Ema vrs. Noria, Polly Class, Skin on Glass, y otros; también destaca la labor de grupos con mayor experiencia, como El Ático, Ultravioleta, Adhesivo, Barek, Nativa Geranio, Pamela Robin y Araña; y para concluir, el movimiento “underground” de grupos de punk, hardcore y straight edge, como Santería, Ignition o Reyes de la Calle.

Los vulcanólogos opinan que la actividad que genera el rebalse de magma a borbotones en el globo terráqueo es siempre cíclica. Desde su nacimiento, la relevancia cultural del rock también lo ha sido. No obstante, parece que muchas cosas deben cambiar para que veamos aureolas de ceniza en los escaparates del rock guanaco. De momento, a los topos les cuesta ceder, y las gaviotas están en huelga.

Escrito por Un reportaje de Orus Villacorta Fotografías de Óscar Leiva y archivo

http://www.laprensagrafica.com/revistas/septimo-sentido/21490-el-volcan-dormido-del-rock-nacional.html

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