jueves, 23 de julio de 2009

B´Rock


Desde Chente Sibrían,pasando por "Thorns","Broncco" Hace algún tiempo, se escuchaban cuentos acerca de una banda de rock que se llamada Broncco. Decían que un tipo en silla de ruedas tocaba la guitarra - y que lo hacía muy bien -. Con el tiempo, la banda pasó a ser un icono de la cultura juvenil salvadoreña de la década de los años ochenta, para algunos la mejor banda de rock salvadoreño de la historia, y ese singular personaje pasó a ser una leyenda viviente. Esta biografía les presenta a Vicente, el gran “Chente”, Sibrián. Una historia de su vida en el rock nacional, un ejemplo de la lucha por vencer todos los obstáculos que el destino nos presenta. Los orígenes Nada lo detuvo. No lo detuvo la polio, que lo dejó de por vida en la silla de ruedas cuando apenas tenía un año de edad, no lo detuvo en su sueño de ser un gran músico, de ser alguien admirado y respetado. No lo detuvo la guerra civil, ni la poca fe de la sociedad, ni el prejuicio, ni las dificultades económicas. El cumplió su meta: fue rockero, lo es y siempre lo será. Vicente Sibrián nació en Santa Tecla el 23 de Marzo de 1948. Hijo de Vicente y de Adelita Sibrián. “Ellos fueron mis pilares en esto de la música”, nos explica. Su familia tiene una larga tradición musical. La vena artística descendió hasta él por medio de tatarabuelos, bisabuelos, abuelos y padres. Su madre era profesora de canto, violín y piano. “Mi papá era un músico completo - con solfa y todo -, así como mis tíos y generaciones atrás”, dice. La música la traía en la sangre, su reto fue plasmarla en los sonidos de algún instrumento. Tuvo tres hermanos. Él era el mayor, le seguía Héctor Manuel y luego Gemma Sibrián. Con ellos tuvo sus primeras experiencias musicales. Chente lo cuenta así: “El que me inició en esto (la música) fue mi papá. También me ayudó mucho mi tía Sarita Sibrián, quien me despertó el oído, ya sea tarareándome la música o obligándome a hacer la cosas que yo no podía hacer. Mi primer instrumento fue la armónica, luego la guitarra”. Vicente todavía recuerda la magia de su primer presentación en público. “Yo estaba estudiando artes plásticas en una escuela adonde se armaban tardeadas con los alumnos. Entonces aparecí tocando unos temas que me aprendí sólo. En ese tiempo tenía unos 15 años. Recuerdo que me puse algo nervioso y creía que iba a soltar la harmónica de mis manos, sin embargo pude hacerlo. Esa fue mi primera presentación en vivo. Tocamos lo que fue el tema de la película los 7 magníficos “Jinetes en el cielo” (tema clásico de la publicidad de los cigarrillos Marlboro). Al rock lo conoció en los años 50 escuchando músicos como Elvis Presley, Little Richard y Bill Halley and the Comets. En ese tiempo no existían los casetes, ni los tocadiscos, ni los métodos. Todo lo que se sacaba se hacía a puro oído, reteniendo la idea en la mente. En la actualidad su instinto sonoro aún se mantiene intacto. Para hacer sonar las cuerdas... “Aprendí a la pura perra”, explica Chente, al recordar el día que su padre le compró una guitarra acústica de verdad. “Me dijo aquí esta la guitarra, tocá, agarrala como lo hacen todos. Sin embargo yo no podía y la tocaba como una guitarra hawaina”, eso fue porque al principio Chente tenía una guitarra pequeña, casi como un ukelele (Guitarra Hawaiana de 4 cuerdas). “Ahí aprendí a hacer mis trampitas. Las clavijas eran de madera y como no podía afinarla, aprendí a hacerlo con los dientes. Empecé a practicar y a practicar, sin parar, para tratar de hacer algo por mi mismo. Lo hacía escondido. Siempre fui súper tímido. Fui prácticamente autodidacta en eso”, concluye. Chente tocaba con el pulgar de su mano derecha y con el índice de la mano izquierda. “No sé como hacía los acordes, sin saberlo fui creando mi propia técnica”, explica. Empezamos a hacer nuestra onda junto con mi hermano Meme. Era el tiempo de gente como los Dave Clarke Five y The Turtles. Había una canción de Los Tortuga que se llamaba “Happy Together”, y yo la saqué. Mi hermano me preguntó “Qué estas tocando”, entonces empezamos a sacar el bajo con una guitarra que estaba por ahí. Al día siguiendo le taladramos las clavijas, compramos unas cuerdas de piano y así hicimos el bajo. Como sonaba muy metálico, pues no dejaba de sonar, le pusimos pedacitos de esparadrapo - en ese tiempo no había tirro -. Eso fue en el año 1967. Con el tiempo a la banda familiar se le unió “un chamaco”, que se llamaba Alberto Gonzales y practicaron con el durante un año. “Teníamos un repertorio de 180 canciones, todas con arreglos nuestros. Fue bonito porque las guitarras eran de palo. La batería estaba hecha de cajas de zapatos de cartón”, agrega sonriente. Poco a poco empezó a llegar otra gente a la banda que ya podía hacer acordes reales. A Chente le entró la duda “Y qué voy a hacer yo. Los chamacos ocupaban cuatro dedos para hacer los acordes y yo sólo ocupaba dos. Si alguien hacía el acorde de “Re”, yo lo hacía de una determinada manera, los invertía, hice mis propios acordes” afirma. Así, de ensayo en ensayo, nació “Thorns” el 2 de noviembre de 1968. La nueva etapa Llegó la hora de decidir qué nombre ponerle a la banda. A Vicente Sibrian (padre) le sonaba "Abrojos" o "Espinas": "Thorns", su equivalente en inglés, fue el elegido por aquel grupo de entusiasmados jóvenes. Su primera alineación fue Hector Manuel Sibrián (bajo), José Gonzales (batería, que en ese tiempo todavía constaba en cajas de zapato de cartón) y Chente (guitarra). A esa alineación se le sumó Fausto Gutiérrez, quien venía de tocar en la banda "Los Genios", en la guitarra a quien Chente describe como un amigo quien lo ayudó y empujó a quitarse tapujos e inhibiciones como persona y como músico; ya que Chente confieza que era muy tímido con la gente. "Al principio sacábamos sólo cosas instrumentales. A esa primera alineación se le sumó Orlando Girón, "El Lobo", en la voz, quien venía de tocar en una banda llamada "Los Hidalgos", explica Sibrián. En ese tiempo, Chente recuerda que Thorns hizo su primer experimento de grabación: "La hicimos en la grabadora de un grupo Scout. Tenía un solo canal”, cuenta. El primer concierto de Thorns fue toda una experiencia para Chente. El show se realizó en el Gimnasio Nacional y se llamó "Festival del disco de plata". "Recuerdo que me dio pena ya que me tuvieron que subir desde abajo de la tarima. Nosotros no teníamos instrumentos, por suerte los otros grupos nos los prestaron. No habíamos tocado nunca con guitarras eléctricas de verdad, esa vez toqué con una guitarra Mustang Fender que sólo había visto en catálogos. Me acuerdo que me agarró la corriente. ¡Fue impresionante! Luego, traté de hacer todos los malabares que yo me podía. Lo que vi, y eso nunca se me olvida, es que toda la mara de los grupos, se nos vinieron encima para ver como era que tocaba... Se quedaban con la boca abierta. Fue bonito", explica humilde Chente. En ese tiempo la banda tenía algunas composiciones originales pero antes era muy difícil que la gente "tragara" música hecha por las bandas del país. "Los bichos (los músicos) de ahora se pueden dar lujos que antes ni soñábamos. Ahora la cosa es al revés. La gente no te apoya si no tocas música original”, enfatiza. “Nosotros tuvimos que tocar covers. Al principio tocábamos lo que no nos gustaba, cosas populares. Pero en los años 80, volvieron a pegar canciones que habían sonado en los 60. Tocábamos música de los Brincos, de los Iracundos, Yakis, etc. Nuestras influencias luego fueron más inglesas y gringas", explica. Tocábamos música de “The Human Beings”, “The Animals”, “Dave Clark Five”, “The Birds”, “John Rascalls”, grupos que no eran muy comunes. En Thorns nos sentíamos un poco presionados ya que algunos miembros del grupo llevaban una carrera desmesurada por ser los mejores". Eso, según Chente es lo que pasó con los Thorns, "el bajista, el batero y el guitarrista se sentían que eran mejores que nosotros, nos miraban como a unos patos”. En ese tiempo, Chente descubrió una de sus máximas influencias "Mi escuela", como la describe en sus palabras. Era el grupo "Los Ventura" (The Ventures, grupo de los 60) quienes tocaban música instrumental como "Camina no corras" (Walk don..t run), "Apache", "El lobo solitario", etc. "Yo sacaba las canciones, pero me gustaba darles el sabor que yo oía en la grabación. Recuerdo que una vez sacamos la canción "Al maestro con cariño", el guitarrista, Fausto, se me quedaba viendo y me decía ¿como sacaste esto?". Chente se fue ganando el respeto de los músicos que lo rodearon. "Nunca llevé la idea de ser el más vergón ni nada de eso", afirma. Thorns quebró, no debido a diferencias entre sus integrantes, sino por lo que Chente llama: "la prueba a la que se enfrenta todo joven entusiasmado en la música. Se retiraron por aquella cuestión de: hasta donde te van a dejar tus papás ser músicos, algunos de ellos a pesar de eso siguieron y ahora son grandes artistas", manifiesta. Chente fue de los que no tuvo ese problema. Sus padres y generaciones pasadas fueron todos músicos. Él debía honrar tales genes, sin importar como. “Al principio no me pude soltar porque tenía la presión de que nosotros éramos los novatos. Pero cuando empecé a sentir que “ya”, empezamos a sacar canciones en los que yo participaba un poquito más en la guitarra y con las voces. Logré irme soltando poco a poco, mejoré mi técnica”, afirma. Con Thorns grabaron dos veces. La primera vez fue en el estudio de la radio YSU, alrededor del año 1971. “Esa vez dije, al no más terminar de grabar me voy a ir a mi casa a esperar que pongan la música”. Eso nunca sucedió. “Ahí quedaron las grabaciones, nunca las oímos, ahí murió”, expresa. Sin embargo esa desilusión no los detendría. “Logramos grabar en 1970 en el estudio de DICESA con Tito Carias (gran impulsador musical). Ganamos un tercer lugar en un festival organizado por el Ministerio de Educación, eso fue en el círculo estudiantil. Estuvimos incluidos en un álbum del cuál hasta ahora, el único grupo que se oye de esa grabación son los Die Blitz con “El amigo que perdí”, de ahí no se escuchó nada de los otros grupos que participaron: "La Nueva Generación", "Los Pocomanes", "Mente, Cuerpo y Alma"; ni "Los Lobos", ni nadie más. No sé porqué la gente le dice a los 70 la época de oro del rock. Es cierto que eran buenos, pero ahora hay buenos también”, afirma “Chentillo” con una sonrisita. Con toda la fuerza de un BRONCCO Thorns se acabó en 1972. "Ya no llegaron los integrantes. Ya no llegó el batero, David Gutiérrez, ni el guitarrista que era Alejandro Gutiérrez. Nos dejaron esperándolos. Nunca les pregunté que pasó". Entonces Chente le dijo un día a su hermana Gemma. "Y por qué estamos esperándolos si vos tenes capacidad de hacerlo. En la bateria quedó Enrique Gutiérrez, primo de los ex integrantes de Thorns. Entre 1972 a 1974, periodo de gestación de Broncco, Chente explica que la banda nunca dejó de ensayar a pesar del desaire de Thorns. Chente entonces se desplaza de la guitarra al bajo y voz. Su hermana Gemma ocupa la plaza vacante como guitarrera. En 1974 “Thorns” oficialmente pasa a llamarse “Broncco”. “Fue un nombre que yo busqué por que el otro no era "comercial"". Sibrian recuerda que una de las primeras canciones originales del grupo se llamaba “I can see my face on the coin” (puedo ver mi cara en la moneda), era algo así como un Jazz Rock muy influenciado por la música de Deep Purple”. Esa canción, junto a otros dos “covers”, fue grabada en el estudio PÍCARO, sello de Willy Maldonado. El ingeniero fue Ricardo Luna. “La canción la hicimos para salir en un programa de Canal 10. Con la paga de dicha presentación nos costeamos la grabación. En ese tiempo valía 35 colones la hora de estudio”. Poco a poco, el grupo fue llevando su música a la televisión y a las radios del país. No dejaban pasar ni una portunidad para tocar. Uno de los conciertos que más recuerda Chente, fue la primera vez que tocaron en Santa Ana. “Tocamos una vez y fue una gran éxito. Cuando regresamos la otra vez recuerdo que yo me había quedado dentro del vehículo mientras bajaban el equipo. Escuchaba a la gente decir. Ahí viene, ya están bajando la silla. La gente nos iba reconociendo”. “Siempre recuerdo un concierto que hicimos en la casa comunal de la colonia Amatepec, abajo del Teleférico de San Jacinto. Ya le habían hecho propaganda y estaba lleno de gente pero se habían quedado todos afuera. Empezamos a tocar y nadie entraba. Tocábamos una y otra canción y de repente escuchamos que estaban aplaudiendo desde afuera. Se asomaban y nos empezaban a pedir canciones. Entonces les dije que abrieran las puertas, que entraran de “choto”, y que si se comportaban como la gente les dábamos un concierto. Entonces la gente entró y el concierto fue increíble”, explica. El trabajo de la banda continuó por toda la década del 70 hasta el 80. “Nos gustaba ir a tocar a los centros de readaptación de menores, les tocábamos a los bichos del centro El Espino, en Ahuachapan. Íbamos a centros de rehabilitación, tocábamos en iglesias... Adonde podíamos. Fueron como seis años de trabajo continuo en el que consolidamos nuestro aprendizaje musical que siempre fue autodidacta”. Un personaje que influyó en este desarrollo fue el bajista Mauricio Melara de la banda “Los Intocables”. “El nos hizo una gran expansión, el nos dijo a qué personas acudir para aprender”. Al final de los años 70 el advenimiento de la guerra se respiraba en el ambiente de El Salvador. “Se sentía la presión. No te dejaba libertad. Hubo un día en que estábamos tocando en el centro de rehabilitación y en el centro de San Salvador se estaban matando. Habían balas, muertos. Nosotros seguíamos tocando, como tratando de ignorar todo eso. Se fueron apagando esos focos: no había adonde tocar, ni adonde presentarte”. Los grupos de entonces tuvieron que ingeniárselas para subsistir. “A nosotros la guerra no nos tocó directamente. En ese sentido fuimos un poco egoístas. Nos centramos sólo en lo nuestro. Nos encerrábamos a escuchar música. Llegamos incluso a tocar en cuarteles, en la fuerza Aérea, en el Círculo Militar y lugares así”, explica Chente. LA MUERTE DE UN HERMANO Y EL SALTO A LA FAMA En 1980 la desgracia golpea a Chente y a Broncco. En un viaje a San Miguel muere su hermano Héctor. “Fue un golpe terrible, nos pegaron en el pilar mas fuerte que teníamos en la familia y en el grupo. A nosotros nos dijeron que había mano criminal pero nosotros no quisimos meternos en eso. Fue cabrón aceptar eso. Fue hace más de 20 años y siento que fue ayer”. “Yo lo agarré del lado del masoquismo. Escuchaba toda la música que había grabado él. Dolía escucharla, pero la seguía oyendo. Mi hermana Gemma no quería saber nada de eso. Sin embargo nos soltamos". A partir de ahí Broncco dejó de ser un hobbie y pasó a ser una profesión para Chente y los demás. La banda renovó sus filas. “Empezamos a buscar gente. Pasamos un buen rato buscando músicos y nunca sentimos que eran los que tenían que ser. De repente nos cayó un bicho, Héctor Majano, que nos cayó cabal. Eso fue en el año 1981". Ese mismo año Eielen Girón,una amiga, les presentó a Rolando Meléndez (Conocido por su actuación como El Cipitillo en Canal 10). "El tenía un canción para el año internacional del minusválido y nos dijo si lo ayudábamos a grabarla. La única petición que hicimos fue que nos dieran un buen estudio. Entonces le dimos vuelta a la letra junto con mi papá y termino por llamarse “No somos diferentes”, después de que originalmente se titulaba “La balada del invalido” – título totalmente depresivo, explica Chente -. Los arreglos y la música los hicimos nosotros". La canción fue un "hit". Estuvo mucho tiempo en el número 1. "Eso fue lo que nos dio a conocer como Broncco", afirma Chente. La canción decía “También soy tu amigo, amigo de los demás, las mariposas, el cielo azul y el mar. Oirán en mi pecho, un corazón palpitar. Tu preguntas por qué somos diferentes. No, no somos diferentes. No quiero que me compadezcas, tu mano quiero que me ofrezcas. Yo puedo ir hacia adelante, adonde tu vas. Abramos nuevos caminos, forjemos nuevos destinos. Adelante con la humanidad”. La canción terminó por darle la vuelta al mundo. "Ahí tronó Broncco", explica Chente. El nombre de la banda empezaba su camino a convertirse en leyenda. “No somos diferentes”, fue el sencillo que le abrió las puertas de la oportunidad a Broncco. “Cuando ya pega el grupo, todo el mundo te llama. Los toques empezaron a llegar. El grupo siguió grabando temas, entre ellos “No puedo vivir sin ti” (primer tema compuesto por Gerardo Sibrián). Poco a poco el grupo pasó de su etapa de covers y arreglos de canciones a la etapa de creación de música propia. “Dijimos, ya no queremos copiar, ya no queremos tocar covers”. Esta etapa se dio entre el año de 1981 a 1982. “Leonel López, en la voz era todo un “showman”, y empezamos a trabajar nuestra música. La mayoría de temas fueron creatividad de Gerardo Sibrián”. La primera composición de este Broncco renovado fue “Estamos aquí”. “Fue una composición que pegó en la radio. Pero nos dijeron que la canción tenía doble filo. Que tenía mensaje para la izquierda y también para la derecha. La canción decía algo así: Estamos aquí, queremos sentir la libertad. Queremos un mundo sin desigualdad...”. La guerra en El Salvador estaba en su apogeo. Broncco se defendía ya que salieron algunos contratos en Hoteles, en la Zona Rosa y en pueblos. “Ahí tocábamos de toque de queda a toque de queda, nos tocaba quedarnos en el lugar. No dormíamos. La gente inventaba cosas para que la mara llegaba, era otro ambiente”, alrededor del año 85 los covers desaparecieron del repertorio de la banda. “Dijimos: vamos a aguantar hambre, pero ya no vamos a tocar covers”. Surgen otros temas que se lograron grabar como “Tiempo de amanecer”, “Fantasía”, “Guerra Nuclear”, “Tu presencia” y “Este es rock”, “Estamos aquí”, etc. Alrededor del año 88 – 89, surge otra camada de músicos entre ellos Prisma, Prueba de Sonido, Crisol, Crisis, Sex, Vive, Sabotage, Ovni y Renegado que lucharon a la par de Broncco por crear un movimiento musical. EL APOYO DEL ROCKERS CLUB Y OTROS CUENTOS “De repente en los conciertos veíamos un montón de gente todos de jeans y camisas negras. Ahí empezó el Rockers Club alrededor del año 85. En esa época sonaba Judas Priest, Iron Maiden, Motley Crew. Ellos tronaban cuando tocábamos algo de eso”. “Edwin Marinero del rockers fue el primero que escuchó la mezcla de “El vendedor de sueños”, allá por el año 89. El Rockers club apoyó siempre a Broncco, no le hacían caso a otros grupos “más fresa”. Broncco vio cambiar el gusto generacional por la música. Atrás habían quedado los tiempos de Creedence, los tiempos de Deep Purple, y había que acoplarse a los nuevos sonidos de gente como Scorpions. Broncco sobrevivió estos cambios y así pasó Chente de los 70 a los 80, y de estos a los 90. “Nos tocaron momentos crudos. Me tocó disfrazarme cuando se puso de moda el Fashion Rock o el Glam. Nos hacíamos los rayitos. Nos poníamos cosas en las manos, ropa moteada. Teníamos que ir con la moda. Aparecieron Bon Jovi, Europa, grupos que eran puro Fashion”, relata. Alrededor del año de 1990. Chente tuvo un susto grande. “Ni vos sabes que es lo que te está pasando. Estaba en un lugar llamado “El Malibú”. Ahí sentí los síntomas. Me fui al hospital. El doctor me dijo que no me moviera. Me ingresaron el Hospital Rosales. Me sacaron de ahí y me llevaron al centro de diagnóstico. Ahí el doctor me preguntó qué andaba haciendo si lo que me había dado era un infarto. Ahí me puse nervioso. De ahí para acá me dejaron con medicinas de por vida”. Chente, entre otras cosas, tuvo que dejar de tomar ansiolíticos, los que consumió durante unos 8 años. “Crean mucha adicción, eran para mantenerme calmado. Ahora tengo 11 años de no tomarlos”. “Como resultado de tocar con los Alux Nahual, de viajar a Guatemala y Honduras, nos llamaron y nos dijeron: queremos grabarles un álbum. Sin embargo nos pidieron como condición el cambio de nombre para poder grabar”. “Eso fue por que existía el Bronco de México (Música Tex Mex). Buscamos algo que mantuviera la relación con el nombre Broncco y con el rock. Le quedó B – Rock”. Ese disco fue grabado en Guatemala. El disco tenía 17 temas originales. 14 son de Gerardo Sibrián, su sobrino, los tres restantes fueron de otra gente. Se grabaron canciones como ”Cielo, sobre cielo”, “El vendedor de sueños”. Fue el primer CD que grabaron entre los años de 1993. Leonel López tuvo que separarse del grupo y se fue para los Estados Unidos. Fue entonces que entró en su lugar Oscar “El Nazi”, Serrano. Sin embargo, la carrera de Chente arriba de los escenarios tenía sus días contados. Grabar el B – Rock fue su último logro. ADIOS A LOS ESCENARIOS El último concierto grande que recuerda Chente fue para la firma de los acuerdos de paz en 1992. “Esa vez tocamos para la guerrilla en una montaña enfrente a Guazapa. Recuerdo que eran unos 6,000 personas, gritando, cantando, con rifles. Fue un concierto en el que te oís a 40 kilómetros en el silencio de la noche y de la montaña. Los últimos conciertos que dimos fue en la UCA. Tocamos junto a Bohemia de Guatemala. Esa vez Oscar estaba fuera del país. Tocamos sólo los cuatro. René, Gemma, Gerardo y yo. El último de mi carrera fue en La Luna Casa y Arte”. “Fue en el año de 1996. Mis posibilidades físicas fueron bajando, sentí que iba perdiendo movimiento. Yo creía que ya me iba a pasar. “Después de que grabamos empecé a sentir las dificultades. Empezó a la hora de comer. Sentía dificultad para llevarme la cuchara a la boca. Ya no podía rasurarme, ni peinarme. Me preguntaba qué me pasaba. Me preocupé mucho. Me deprimí. Todo empezó con un dedo de mi mano derecha, luego el otro. Se fue encogiendo, cada dedo, fui perdiendo movilidad. De ahí se perdió la otra mano. Es difícil. "A mi me tocó meterme en el rock. Me gusta y lo voy a defender siempre porque hay un montón de gente que lo ataca. Al igual que atacan a la religión. Yo soy católico y cuando puedo la defiendo. A si me toca defender el rock. Si pudiera tocar ahorita, no dejara de hacerlo". Chente dice que una de las cosas que más le han afectado no es estar imposibilitado para trabajar sino que hace unos años fue víctima de un robo en el cuál le quitaron todo el equipo que acumuló durante sus años activos en la música. “Me robaron todo, amplificadores, todo el trabajo de 30 años. Un año después me robaron el mejor bajo que yo tuve. Un Gibson Les Paul”, explica decepcionado. Actualmente a sus 55 años – y pese a su estado físico –, es profesor de música. Sin embargo el rock en El Salvador, no siempre es una carrera que dé lo suficiente para vivir dignamente. “Siempre he creído que el rock es una cultura... es un estilo de vida, te metes de lleno. A medida que el rock va evolucionando, el cambio te impacta... es una religión. Te lo digo: Soy católico y a la par, soy rockero”.

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